"Eu sou o que me cerca. Se eu não preservar o que me cerca, eu não me preservo".
José Ortega y Gasset

sábado, 26 de agosto de 2017

El Antropoceno

Socializamos o texto enviado pelo colega Guillermo Castro H no correio SOLCHA, em 26 de agosto.

El “Antropoceno”
Paul J. Crutzen y Eugene F. Stöermer[1]
Global Change Newsletter, 41. May 2000.

Presentación
Un rasgo característico de las crisis de civilización consiste en la dificultad para caracterizarlas recurriendo a las categorías y narrativas de la etapa ascendente del orden que ahora parece desintegrarse ante nuestros ojos. Ante esa dificultad, quienes intentan analizar la crisis recurren a una cantidad de iniciativas para la construcción de un objeto de estudio nuevo, que van desde la creación de neologismos hasta la relectura de textos del pasado en clave de futuro. El texto que hoy compartimos con ustedes es un claro ejemplo de esa estrategia cognitiva. Se trata del breve artículo escrito en el año 2000 por el químico de la atmósfera y Premio Nobel Paul Crutzen y el biólogo marino Eugene Stoermer para proponer formalmente el uso del término Antropoceno para designar la era geológica subyacente a la crisis global del ambiente en que ha venido a desembocar la civilización creada por el capital. El término ha ganado en aceptación, aunque aún designa más un problema en construcción que un concepto bien establecido. Conocerlo en su origen y en su potencial para integrar campos del saber cada vez más amplios en el debate que conduzca a las soluciones que demanda la crisis ambiental global tiene la mayor importancia para comprender mejor el desarrollo de la cultura de la naturaleza de nuestro tiempo. Ojalá esta traducción contribuya a ese propósito.
Guillermo Castro H.
Ciudad del Saber, Panamá, 26 de agosto de 2017.

El “Antropoceno”
El uso del término Holoceno (“Totalidad Reciente”) para designar la era geológica post glacial de los últimos diez o doce mil años parece haber sido propuesto por primera vez por Sir Charles Lyell en 1833, y adoptado por el Congreso Geológico Internacional de Bolonia en 1885. A lo largo del Holoceno las actividades de la especie humana crecieron gradualmente hasta convertirse en en una significativa fuerza geológica, morfológica, según fue reconocido desde fecha temprana por diversos científicos. Así, ya en 1864 G.P. Marsh publicó unlibro titulado “Man and Nature”, posteriormente reimpreso como “The Earth as Modified by Human Action”. En 1873 Stoppani consideró a las actividades humana como “una nueva fuerza telúrica que, en su poder y universalidad, podría ser comparada a las mayores fuerzas de la Tierra”. Stoppani se refirió ya entonces a la era antropozoica. Desde entonces, los humanos han poblado o visitado casi todos los lugares del planeta; incluso han pisado en la luna.
El gran geólogo ruso V.I.Vernadsky reconoció en 1926 el creciente poder de los humanos como parte de la biosfera, al señalar que “... la dirección en que deben ocurrir los procesos de evolución, esto es, encaminándose hacia una conciencia y un pensamiento cada vez más amplios, y en formas que ejerzan una influencia cada vez mayor sobre sus entornos”. Él, el jesuita francés P. Teilhard de Chardin y E. Le Roy acuñaron en 1924 el término “noosfera”, el mundo del pensamiento, para resaltar el creciente papel desempeñado por el poder mental y los talentos tecnológicos de los humanos en la tarea de dar forma a su propio futuro y a su ambiente.
La expansión de los humanos, tanto en su número como en la explotación per cápita de los recursos de la Tierra, ha sido asombrosa. Para ofrecer algunos ejemplos: a lo largo de los últimos tres siglos, la población humana se incrementó en diez veces, hasta los 6000 millones, acompañada de un crecimiento en la población de ganado hasta unos 1400 millones (cerca de una res por familia promedio). La urbanización se ha incrementado en diez veces durante el último siglo. A lo largo de unas pocas generaciones, los humanos han explotado y acercado al agotamiento los combustibles fósiles que fueron generados a lo largo de varios centenares de millones de años. Las emisiones globales de dióxido de azufre, que en conjunto alcanzan unas 160 Tg/año debido al uso de carbón y petróleo, son al menos dos veces mayores que la suma de todas las emisiones naturales, que ocurren sobre todo como sulfuro de dimetilo proveniente de los océanos; de Vitousek et al. Aprendemos que entre el 30 y el 50% de la superficie terrestre ha sido transformada por la actividad humana; hoy en día es fijada de manera sintética y utilizada como fertilizante una cantidad de nitrógeno superior a la que se fija de manera natural en todos los ecosistemas terrestres; de igual modo, las emisiones de óxido nitroso provenientes de la combustión de biomasa y de combustibles fósiles son mayores que los aportes naturales, lo que genera un incremente en la formación de ozono fotoquímico (“smog”) en extensas regiones del mundo; los humanos utilizan más de la mitad de toda el agua dulce accesible; la actividad humana ha incrementado la tasa de extinción de especies entre mil y diez mil veces en los bosques húmedos tropicales y muchos gases importantes de “efecto invernadero” se han incrementado sustancialmente en la atmósfera: dióxido de carbono en más del 30%, y metano en más del 100%.
Más allá de esto, los humanos liberan muchas sustancias tóxicas en el ambiente, e incluso algunas – como los clorofluorocarbonos – que, si bien no son tóxicas, han llevado a la creación del “agujero en el ozono” en la Antártida y hubieran destruido buena parte del la capa de ozono si no hubieran sido adoptadas regulaciones internacionales para impedir su producción. Los humedales costeros también se ven afectados por los humanos, lo que ha dado lugar a la destrucción del 50% de los bosques de manglar del mundo. Por último, las actividades predatorias mecanizadas (las “pesquerías”) extraen más del 25% de la producción primaria de los océanos en las zonas de afloramiento, y del 35% en la placa continental de las regiones templadas. Los efectos antropogénicos están bien representados, también, por la historia de las comunidades bióticas que han dejado restos en sedimentos de lagos. Los efectos documentados incluyen la modificación del ciclo geoquímico en grandes sistemas de agua dulce, y ocurren en sistemas distantes de sus fuentes primarias.
Considerando estos y muchos otros impactos importantes y aún crecientes de las actividades humanas sobre la tierra y la atmósfera, y a todas las escalas, incluyendo la global, nos parece más que apropiado enfatizar el papel centras de la especie humana en la geología y la ecología mediante la propuesta de utilizar el término “antropoceno” para la era geológica en curso. Los impactos de las actividades humanas actuales continuarán durante largos períodos. De acuerdo a un estudio de Berger y Loutre, el clima se desviará de manera significativa de su comportamiento natural a lo largo de los próximos 50,000 años, debido a las emisiones antropogénicas de CO2.
Asignar una fecha más específica al surgimiento del “antropoceno” parece de algún modo arbitrario. Sin embargo, proponemos la parte final del siglo XVIII, si bien estamos conscientes de pueden ser planteadas propuestas alternativas (algunos podrían desear incluso incluir todo el Holoceno). Aun así, escogimos esta fecha porque – a lo largo de los últimos dos siglos – los efectos de globales de las actividades humanas se hicieron claramente visibles. Este es el periodo a lo largo del cual la información obtenida de nJames Watt enúcleos de hielo glacial muestra el inicio del incremento de las concentraciones atmosféricas de varios “gases de efecto invernadero”, en particular COand CH4.  Esa fecha de inicio coincide también con la invención de la máquina de vapor por James Watt en 1784. Hacia ese momento, los agrupamientos bióticos de la mayoría de los lagos empezaron a mostrar grandes cambios.
En ausencia de catástrofes mayores como una enorme erupción volcánica, una epidemia inesperada, una guerra nuclear en gran escala, el impacto de un asteroide, o el persistente saqueo de los recursos de la Tierra mediante tecnologías aún parcialmente primitivas (los últimos cuatro riesgos, sin embargo, podrían ser evitados en una noosfera realmente funcional) la especie humana seguirá siendo una importante fuerza geológica por muchos milenios, quizás por millones de años, por venir.
Para desarrollar una estrategia mundialmente aceptada encaminada a garantizar la sostenibilidad de los ecosistemas ante las tensiones inducidas por los humanos será una de las grandes tareas futuras de la especie humana. Esa tarea demandará esfuerzos intensivos de investigación y una aplicación sagaz del conocimiento así adquirido a la noosfera, estos es, aquello que conocemos mejor como una sociedad de la información o del conocimiento. Una tarea tan atractiva como difícil y abrumadora se presenta, así, ante la comunidad global de investigación e ingeniería, para orientar a la especie humana hacia una gestión global, sostenible, del ambiente.
Agradecemos a los muchos colegas que nos han proporcionado el estímulo de su correspondencia y su asesoría, en especial los integrantes del Comité Científico del Programa Internacional de la Biosfera y la Geosfera.




[1] Paul J. Crutzen. Max-Planck-Institute for Chemistry Division of Atmospheric Chemistry P.O. Box 3060 D-55020 Mainz GERMANY Email: air@mpch-mainz.mpg.de
Eugene F. Stoermer. Center for Great Lakes and Aquatic Sciences University of Michigan Ann Arbor, Michigan 48109-1090 USA

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